Since I was little, I’ve been sure about two things I love: writing and drawing. Lately, I’ve felt the need to improve the first one.
That’s why I picked up Story by Robert McKee, a classic book on screenwriting. In it, McKee explains that a well-constructed story isn’t just a sequence of events, it’s a vehicle to connect with our shared humanity.
And that made me think about illustrating children’s stories. Because isn’t every illustrated page a small scene that helps a child discover something new in themselves? A hidden detail can work like a miniature plot twist: it surprises, sparks curiosity, and keeps the magic alive.
Every story is an emotional journey, no matter how small. Whether we use words or images, the storyteller’s aim is the same: to guide someone along a path that lights something up inside them.
The surprise of a plot twist might appear in a paragraph, but it can also be visual: a character tucked away in the background, an unexpected color, a shadow that suggests more than it shows. Conflict drives stories forward; even the simplest obstacles, like a lost toy or a cloud covering the sun, give the journey meaning. In illustration, a background can narrate as much as a character, and black spaces invite the reader (or the observing child) to fill in the gaps with imagination.
In the end, whether with words or images, storytelling grows from the same root: the need to create experiences that leave a mark, to share a fragment of our world that, for a moment, becomes someone else’s too.
Entre Palabras e Imágenes
Cómo escribir e ilustrar son dos formas de contar la misma historian
Desde chica tuve claro que me gustan dos cosas: escribir y dibujar. Últimamente, he sentido la necesidad de mejorar lo primero.
Por eso me puse a leer Story, de Robert McKee, un clásico sobre guion. En él, McKee explica que una historia bien construida no es solo una sucesión de hechos, sino un vehículo para conectar con nuestra propia humanidad.
Y pensé en la ilustración de cuentos infantiles. Porque, ¿no es acaso cada página ilustrada una pequeña escena que guía al niño a descubrir algo nuevo en sí mismo? Un detalle escondido puede funcionar como un giro narrativo en miniatura: genera sorpresa, despierta curiosidad y mantiene viva la atención.
Cada historia es un viaje emocional, sin importar lo pequeña que sea. No importa si usamos palabras o imágenes: lo que busca quien cuenta es guiar a alguien por un camino que encienda algo dentro de sí.
La sorpresa de un giro de trama puede estar en un párrafo, pero también en un guiño visual: un personaje escondido en el fondo, un color inesperado, una sombra que dice más de lo que parece. El conflicto mueve la historia; incluso los obstáculos más sencillos (un juguete perdido, una nube que tapa al sol) dan sentido al viaje. En lo visual, un fondo puede narrar tanto como un personaje, y los espacios en blanco invitan al lector (o al niño que observa) a completar la historia con su imaginación.
Al final, contar con palabras o con imágenes nace de la misma raíz: la necesidad de crear experiencias que dejen huella, de compartir un pedacito de mundo que, por un instante, se vuelve también del otro.





